Ir de compras con mi madre
Cuando
tenía doce años, el doctor me dijo que yo necesitaría un soporte en la espalda
por los próximos dos años, veintitrés horas cada día. Cuando supe esto, estaba
un poco nerviosa, pero un poco emocionada también. No tenía ninguna idea de cómo el soporte parecería. Finalmente,
llegó el día para mí recibirlo del consultorio médico.
Cuando
yo lo vi, estaba horrorizada. El exterior del soporte era de plástico, y el
interior, (la parte que me tocaba mi cuerpo), era de espuma dura. Cubría toda mi
sección central, incluyendo una mitad de mi trasero y en mi axila izquierda. En
el momento en el que el médico me
dio la estructura, me di cuenta de que el soporte en la espalda sería una gran
parte de mi vida por algunos años.
Mi
madre y yo decidimos ir de compras después de mi cita porque nada de mi ropa
podía quedarme bien con el soporte. Fuimos al centro comercial. Camiseta
después de camiseta, no me gustaba nada. Me sentía terrible sobre mi nueva
apariencia. Empecé a llorar y a gritarle a mi madre, “Pero mamá, ¡no puedes entender!”
Después de esas palabras, dejé de hablar y mi madre y yo comenzamos a
reír. Reímos porque yo sabía que
sí, mi madre podía entenderlo porque ha usado una silla de ruedas por casi toda
su vida. Ella había necesitado llevar soportes en las piernas y escayolas y zapatos
ortopédicos. Mi momento de lástima de mi misma terminadó.
Después de este día de ir de
compras, acepté mi soporte. Lo nombré
“Arnold”, por Arnold
Schwartzeneggar y sus “ abdominales de piedras”, y les pedí a mis amigos que lo
firmaran y escribieran notas en el plástico. Mi madre siempre me enseñaba que había
cosas muchos más importantes que el externo, y mi experiencia el soporte cuando era niña me ayudaba a
enfocarme en mi carácter, en vez de en mi apariencia.
¡Qué madurez tuviste! Parece que aprendiste mucho de la actitud positiva de su mamá.
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